Con los pibes tomábamos una cerveza en el bar
de Pilo todos los jueves a la tardecita, porque en el grupo siempre sostuvimos
que el fin de semana arranca el jueves, que el viernes es verso, tocuen,
camelo, puro grupo. De qué hablábamos no es un misterio, hablábamos de fútbol,
de minas y, algunos, de fierros, pero nunca de amor.
No sé que pasó ese jueves que faltaron todos,
caímos Tití y yo. Yo tarde, por supuesto,
y Tití ya estaba hinchado las pelotas a punto de irse.
Será porque estábamos solos que Tití me tiró “che,
puedo hablar con vos una cosa?”, me sorprendió, el tono grave y la pregunta, porque
uno cree que en esas charlas hablar todo. Parece que no.
- Tengo una espina clavada y me la saco o me
enfermo, viejo.
- Decime, Tití, ¿algo con los chicos, tu
jermu, tu vieja?
- Algo con todo. La puta madre, veinte años
que no lo hablo – Tití jugaba con el vaso casi vacío de la tercera cerveza y
miraba para la avenida Independencia pero no veía nada, la mirada se le perdía
en la curvita.
- Dale, hablá pelotudo, qué te hicimos? – le tiré
medio en broma, me asustaba un poco porque nunca hablaba en serio en serio,
siempre te hablaba en joda, de fútbol o de lo bien que la había pegado en el
laburo.
- Emilse. – dijo y se calló.
- ¿Emilse?
¿Vive?
- Emilse me gustaba desde primer año, desde
primer año, te lo juro. – seguía mirando la nada, yo era la excusa, se ve,
necesitaba a otro del lado de enfrente.
- Mirá vos, la flacucha de rulos, Emilse…¿qué
tiene ahora dos, tres pibes? Bocha que
no la veo. – traté de mostrarme interesado a ver si me registraba, nada.
- La historia es así me gustaba, me
encantaba, bah, me volvía loco. Era la musa en todo, cada cosa que hacía yo era
por ella, para que ella notara que existía, que yo también estaba en el curso.
Resulta que en tercer año, la ayudé a rendir geografía, mirá pelotudo, me
acuerdo hasta la materia, porque todo lo de Emilse lo tengo acá guardado – se señaló
el corazón, no la cabeza – ella no quería rendir porque no sabía nada y yo la
convencí, y le fue bien, la robó, la robamos, Flaco, fuimos cómplices. Ese día nos
quedamos charlando en el pasillo hasta que terminara el resto. Ni se como fue
que le dije que había una chica que me gustaba pero que no me daba bola.
- ¿Era ella?
- Si, claro, nunca hubo otra. La cosa es que
ella me dijo que la encarara, que al menos me sacara la duda y yo le dije que
no me daba la cara, que la veía inalcanzable. Flaco, ahí es cuando me tira la
clave, me dice “Tití, las chicas damos señales, vos tenés que darte cuenta”. –
no terminó de decirlo que se apuró el final de la cerveza y levantó el vaso en
dirección al mozo para pedirle otra.
- Claro, pero bueno la mina ni idea que era
ella, ¿no? – yo estaba interesado pero me dio estufado tambien, mas porque le
habíamos ganado a River y quería gastar a Sebastian y al Chueco y me estaba
comiendo la historieta esta.
- La cosa pasó, viste, yo me puse de novio
con Laura y ella con un pibe de la mañana y después me fui del colegio, ahí ya
nos vimos poco y nada hasta el viaje de egresados.
- Cierto que viniste con nosotros…
- La cosa ahí habrá sido el tercer o cuarto
día…fue en el hotel, el Ausonia, ¿te acordás?
- Que se yo, vivía en pedo Tití, no se ni
como volví a Buenos Aires, y ahí que onda, ¿le diste?
- No, resulta que ahí un día yo salgo de la
habitación para ir al boliche y coincido en el pasillo con Emilse, no me la
olvido, polera y pollera de bambula azul, larga, que le cubría los tobillos, no
bien llego a la puerta del ascensor me preguntó si estaba linda, y yo le dije
que si, medio balbuceando, creo, pero le dije que si. Llegó el ascensor, nos
subimos y yo, nervioso, me puse a cantar “cartas sin marcar” bajito, como para
no hablar de nada, y medio mágico, no se, boludo, no se, cuando paré empezó a
cantarla ella, entonces, paró y me preguntó si seguía con mi novia, le dije que
no, obvio, y ella ahí me dice “yo también me peleé, que casualidad”.
- ¿La señal?
- Si, Flaco, para mí que esa fue la señal, y
la dejé pasar, como un boludo, la dejé pasar…y ¿sabés qué, Flaco? me cagué la
vida.